Un 27 de Enero de 1945 el campo de concentración de Auschwitz, el mayor centro de exterminio del
régimen nazi, fue liberado por el
ejército soviético.
Esta semana se conmemora el 75 aniversario. Representantes mundiales de 50 países y más
de 2000 asistentes, 200 de ellos supervivientes del Holocausto, se reúnen para
homenajear a las víctimas y con una
pretensión: que su memoria no caiga en
el olvido.
En varias ocasiones hemos hablado en este blog del
Holocausto, pero nunca hemos tratado el cómo pudo suceder.
Primero hay que diferenciar el antisemitismo clásico de la
época del cristianismo donde imperaban razones religiosas, con el antisemitismo
moderno basado en ideas raciales.
Ya a finales del siglo XIX el antisemitismo tenía fuerza en
Europa, a los judíos se les veía como
una raza inferior, una
amenaza y a esto se le sumaba la
tradición antisemita cristiana de
arquetipo negativo y asesino de Cristo,
esta idea se fue recrudeciendo a principios del XX.
En 1920 se produjo en Berlín una considerable inmigración de
judíos sin trabajo, sin saber el idioma,
era muy difícil la integración, esto
provocó una avalancha de quejas
xenófogas, tanto que en 1923 se llegó a crear la primera cátedra de higiene racial en la
Universidad de Munich. Allí, una generación de universitarios de clase media adoptaron las ideas del nacionalismo racista,
estos mismos jóvenes, 15 años más tarde, estarían al mando de la SS y Policía
de seguridad y llevarían a la práctica estas ideas.
Después de la Primera
Guerra Mundial, Alemania se vio envuelta en un caos, la economía se
tambaleaba, debían muchísimo dinero al exterior, la
violencia se acrecentó, en la guerra se
habían perdido territorios, la
clase media se vio muy afectada, este
entorno era óptimo para conseguir que toda la furia y todas las culpas se
vertieran sobre los judíos.
Se creó la liga de
médicos en pro de la eugenesia.
En 1933 se abre el campo de Concentración de Dachau. Hubo
muchos más, todos ellos con un objetivo: el exterminio, “La solución final”.
Había que purgar la sociedad para que prevaleciera la raza aria.
Entre 1933 y 1939, se firmaron en Alemania más de 1400 leyes
contra judíos.
La población alemana en su totalidad era conocedora de lo
que ocurría, los castigos y humillaciones a los judíos eran públicos.
En “La noche de los cristales rotos” , 9 de noviembre de
1938, la guardia de asalto y parte de la población atacaron a los judíos y sus
comercios sin que la policía
interviniera, el resultado fueron 91 judíos muertos y 30.000 deportados a campos de concentración.
Se necesitaron millares de personas que ayudaran como
guardias en los campos de exterminio, integrantes en las unidades especiales
móviles, miembros de la SS…
Hubo un complejo sistema de red de compañías ferroviarias de Hungría, Polonia,
Francia, Bélgica, Países Bajos que
cargados de judíos los transportaban a los campos de exterminio. A Auschwitz entraban directamente hasta el
mismo campo. Eran los trenes Sonderzüge.
Muchas de las medidas que tomaron contra los judíos se
hicieron públicas y la prensa las recogió en
distintos países europeos, incluso ya en plena Guerra hubo filtraciones sobre la llamada “Solución
final”. En 1942 llegó a Inglaterra la primera noticia del exterminio nazi. A
finales de noviembre Estados Unidos envió a los líderes judíos un informe ya
confirmado sobre lo que estaba
ocurriendo.
Es mucha la controversia existente ante la postura del
Vaticano ante el nazismo. Para unos la
Iglesia salvó miles de vidas de judíos. Para otros, Pio XII fue el Papa de Hitler.
En todo caso la gran tibieza que mantuvieron Pio XI y Pio
XII sobre el nazismo es un hecho.
El embajador británico envió una carta al Vaticano para que
reaccionaran sobre los crímenes contra la humanidad que se estaba produciendo.
Ante esta carta el Vaticano respondió: “El
Papa no puede condenar atrocidades articulares”.
El Papa Pio XII, en 1933 firmó un concordato con Hitler,
para él “lo que ocurría era parte de la
política interna alemana”. Era conocedor de los campos de exterminio por
fuentes británicas, por franceses y estadounidenses, organizaciones hebreas. El
mismo Roosevelt le pidió una condena,
pero nunca la hubo.
El Holocausto no fue obra de una persona, de un grupo de
personas, fueron miles y miles los colaboradores necesarios.
“Desde el momento en
el que uno llegaba, si no lo metían al horno, le ponían un número, como el que
yo tengo en el brazo. Así, ya no existía nada más, ni pasado, ni presente ni
futuro, solo un número”.
Numero 161214 Julius Hollander. Sobreviviente.
Otras publicaciones en este blog:
Fotografías de ©PyM de la exposición "Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos."
©PyM
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