30 enero 2020

75 años después del Holocausto







Un 27 de Enero de 1945 el campo de concentración de  Auschwitz, el mayor centro de exterminio del régimen nazi,  fue liberado por el ejército soviético.

Esta semana se conmemora el 75 aniversario.  Representantes mundiales de 50 países y más de 2000 asistentes, 200 de ellos supervivientes del Holocausto, se reúnen para homenajear a las  víctimas y con una pretensión: que su memoria no caiga en el olvido.



En varias ocasiones hemos hablado en este blog del Holocausto, pero nunca hemos tratado el cómo pudo suceder.



Es un hecho que todo ocurrió con el soporte de la sociedad alemana en su conjunto.

Primero hay que diferenciar el antisemitismo clásico de la época del cristianismo donde imperaban razones religiosas, con el antisemitismo moderno  basado en ideas raciales.  

Ya a finales del siglo XIX el antisemitismo tenía fuerza en Europa, a los judíos se les veía  como una  raza inferior,   una amenaza y a esto se le sumaba la  tradición antisemita cristiana  de arquetipo negativo y asesino de Cristo,  esta idea se fue recrudeciendo a principios del XX. 




En 1920 se produjo en Berlín una considerable inmigración de judíos sin trabajo, sin saber  el idioma, era muy difícil la integración,  esto  provocó una avalancha de  quejas xenófogas, tanto que en 1923 se llegó a crear  la primera cátedra de higiene racial en la Universidad de Munich. Allí, una generación de universitarios de  clase media  adoptaron las ideas del nacionalismo racista, estos mismos jóvenes, 15 años más tarde, estarían al mando de la SS y Policía de seguridad y llevarían a la práctica estas ideas.   

Después de la Primera  Guerra Mundial, Alemania se vio envuelta en un caos, la economía se tambaleaba,   debían muchísimo dinero al exterior, la violencia se acrecentó,  en la guerra se habían perdido territorios,  la clase  media se vio muy afectada,   este entorno era óptimo para conseguir que toda la furia y todas las culpas se vertieran sobre los judíos.  


Se creó  la liga de médicos en pro de la eugenesia.

En 1933 se abre el campo de Concentración de Dachau. Hubo muchos más, todos ellos con un objetivo: el exterminio, “La solución final”. Había que purgar la sociedad para que prevaleciera la raza aria. 

Entre 1933 y 1939, se firmaron en Alemania más de 1400 leyes contra judíos.






La población alemana en su totalidad era conocedora de lo que ocurría, los castigos y humillaciones a los judíos eran públicos.  

En “La noche de los cristales rotos” , 9 de noviembre de 1938, la guardia de asalto y parte de la población atacaron a los judíos y sus comercios  sin que la policía interviniera, el resultado fueron 91 judíos  muertos  y 30.000 deportados a campos de concentración. 

Se necesitaron millares de personas que ayudaran como guardias en los campos de exterminio, integrantes en las unidades especiales móviles, miembros de la SS…

Hubo un complejo sistema de red de  compañías ferroviarias de Hungría, Polonia, Francia, Bélgica, Países Bajos  que cargados de judíos los transportaban a los campos de exterminio.  A Auschwitz entraban directamente hasta el mismo campo. Eran los trenes  Sonderzüge.


 


Muchas de las medidas que tomaron contra los judíos se hicieron públicas y la prensa las recogió en  distintos países europeos, incluso ya en plena  Guerra hubo filtraciones sobre la llamada “Solución final”. En 1942 llegó a Inglaterra la primera noticia del exterminio nazi. A finales de noviembre Estados Unidos envió a los líderes judíos un informe ya confirmado sobre  lo que estaba ocurriendo.





Es mucha la controversia existente ante la postura del Vaticano  ante el nazismo. Para unos la Iglesia salvó miles de vidas de judíos. Para otros,  Pio XII  fue el Papa de Hitler. 

En todo caso la gran tibieza que mantuvieron Pio XI y Pio XII sobre el nazismo es un hecho. 

El embajador británico envió una carta al Vaticano para que reaccionaran sobre los crímenes contra la humanidad que se estaba produciendo. Ante esta carta el Vaticano respondió: “El Papa no puede condenar atrocidades articulares”.  

El Papa Pio XII, en 1933 firmó un concordato con Hitler, para él “lo que ocurría era parte de la política interna alemana”. Era conocedor de los campos de exterminio por fuentes británicas, por franceses y estadounidenses, organizaciones hebreas. El mismo Roosevelt le pidió una condena,  pero nunca la hubo.






El Holocausto no fue obra de una persona, de un grupo de personas, fueron miles y miles los colaboradores necesarios.











“Desde el momento en el que uno llegaba, si no lo metían al horno, le ponían un número, como el que yo tengo en el brazo. Así, ya no existía nada más, ni pasado, ni presente ni futuro, solo un número”.

Numero 161214 Julius Hollander. Sobreviviente.




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Fotografías de ©PyM de la exposición  "Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos." 

©PyM

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